Os contaré dos historias que viví, junto con mi mamá, en Bogotá, horas previas a la elección de alcaldes y administraciones locales de octubre de 2019. Ahí les va:
El ángel…
Mi madre, una mujer adulta mayor, tenía cita médica cerca a la Clínica El Country a eso de las 2 de la tarde. Por cosas del tránsito bogotano se le hizo tarde. Al llegar a la zona un niño, bien vestido y educado, se acercó a ella que, angustiada, no tenía claro cómo llegar a la dirección.
El niño muy amablemente se ofreció a llevarla. Mi madre le comentó que se le estaba haciendo tarde y que tal vez ya había perdido la cita. Él dijo que no se preocupara, que sacara otra cita si la llegaba a perder, pero que no se amargara por ese tema, que hay cosas más importantes para preocuparse en la vida.
Ahora más calmada y extrañada por el interés y madurez del niño, mi mamá le pregunta qué hacia solo en la calle. El niño comentó que estaba de visita en casa de una tía que vive en el sector, pero que él se le volaba de vez en cuando y que conocía muy bien la zona y a todos los porteros de los edificios.
Al llegar a la dirección de la cita médica el niño saluda al portero y le dice a mi mamá que la dejaba en manos seguras. Luego se despide.
Mi madre le comenta al portero lo amable del niño que la trajo y le pregunta si lo conocía, a lo que el portero dice que es la primera vez que lo ve por ahí. El niño desaparece entre la gente que transita por el sector. La cita no se perdió.
El demonio…
Estaba en Carulla de la calle 85 comprando unas latas de comida para mi gato, nada fuera de lo común, y “quemando” un poco el tiempo mientras me encontraba con mi mamá, que tenía cita médica cerca a la Clínica el Country.
Mientras andaba por los pasillos el supermercado viendo las promociones y rebajas “brandeadas” con la Noche de las Brujas, una señora de unos 50 años de edad, con rostro pálido y brillozo, con cabello negro medianamente largo y con un impermeable azul oscuro y pinta “chico-chic” de “gente bien” me seguía, hacia gestos de rabia y refunfuñaba lo que parecían groserías en voz baja.
Yo ni le pare bolas, pensé que tal vez estaba, como “algunos” lo solemos hacer, hablando consigo misma, recreando alguna discusión en su mente. Pero no, la señora me seguía isla tras isla haciendo gestos, hasta que en una de ellas, la de los vinos, me quedo mirándola. Ella ni corta ni perezosa empieza a subir la voz y a insultarme de frente.
“Hijueputa, guerrillero, asesino…”
Extrañado, mi cabeza tiene dificultad para procesar la surreal escena.
“¡Si ud!” dice mientras me mira pálida y energúmena. “¡Raul Reyes en el Carulla de la 85!”
Aún incrédulo la miro sin dar respuesta mientras ella sube el volumen de su voz. “Asesino, guerrillero, miren aquí esta Raul Reyes en Carulla de la 85”. Y empieza a caminar hacia las cajas. Ante el escándalo al fin reacciono y me voy detrás de ella.
La alcanzo y le pregunto qué es lo que me quiere decir. “Señora, me repite qué es lo que me está diciendo”.
Ni corta ni perezosa me increpa. “Ud es Raul Reyes”, “asesino”, “guerrillero”. “Raul Reyes tan campante en Carulla de la 85”.
Si bien tengo barba y estaba con una cachucha verde oliva, creo que no me parezco a Raul Reyes.
“Señora, yo no soy quien ud dice. Si quiere le muestro mi cédula” le digo tratando de contener el volcán de ira que empieza agitarse desde mis pies hacia mi cabeza, pasando por el estómago y pecho.
“Las cédulas la falsifican, asesino”.
La gente que esta en las cajas empiezan a mirar extrañados el bochorno.
Pálido, con un ligero temblor en las manos le contesto, “Esta bien, llamemos a la policía, ud me confunde con alguien que YA ESTA muerto y me trata de asesino, eso es injuria… llamemos a la policía”.
Una de las cajeras y un par de clientes empiezan a pedir que llamen a la policía ante la gritería de la señora. Un cliente en una de las filas grita “a Raul Reyes lo mataron en Ecuador, vieja loca”.
La señora empieza a escabullirse entre la gente que entra y sale del Carulla mientras yo decido hacer fila para pagar la comida de mi gato. Una señora con su hijo me dice que no me parezco a Raul Reyes y que si fuera Raul Reyes no se justificaba el insulto. Ante lo que yo le digo que para mi es un insulto que me tildaran de asesino, de guerrillero y de un tipo que si le hizo micho mal al país. Pero que además era un tipo que estaba muerto hace más de 10 años.
Pensando que la alharaca paraba ahí trate en vano en calmarme, pues la señora que me injuriaba volvió lanza en ristre para insultarme y decirme… “Si no quiere que lo insulten quítese esa barba y esa cachucha…”
Y remató con… “Asesino guerrillero”
Yo lo único que le atino a decir es… “A dos días de las elecciones estamos así, viendo demonios donde no los hay y eligiendo a los diablos para que nos gobiernen. Por gente así es que está nuestra sociedad”.
El de seguridad entonces hace el amague de ir a donde la “señora” y ésta sale rápidamente del Carulla.
Una de las cajeras al verme trémulo se acerca, me lleva a la caja de la panadería para que no haga fila y me ofrece un vaso con agua para que me calme, gesto que agradezco pero le digo que no es necesario.
Así, sin más ni más, un viernes cualquiera, te cruzas con un ángel o con un demonio. Te arreglan o arruinan el día.
* En la foto el “resucitado”
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