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Señales
Foto del escritorAndrés J.R. Prada Lara

Reflexión del día - Collapse

Actualizado: 27 jul

Es realmente extraño como puede actuar la mente cuando el desespero, la necesidad de eso que llaman trascender, o la simple ansia de sentirse importante en el efímero paso de la vida estalla.


En un mundo cada vez más saturado de ruido, de deseos vagos, de "interacciones vacías" y de realidades virtualizadas, la comunicación entre seres pensantes cada vez se hace más difícil.

Y la tecnología, que supone nos acercaría, se ha convertido en amplificador de dicho ruido. La competencia por nuestra atención con el continuo bombardeo sonoro y visual, nos ha vuelto complacientes con el estado de nuestras vidas.

Se nos ha venido forzando a ser espectadores del mundo y no actores de nuestra realidad... no la diseñada o escrita para mantener el status quo social o la obediencia laboral. Adormilados, vamos por la vida en función del reconocimiento, del estatus virtual, de la relevancia en bits.

No es que estas líneas que escribo sean una diatriba contra el social media y la tecnología. Tampoco hablo de hacer una revolución para cambiar nuestras vidas, depresiones, alegrías y todo lo que ellas abarcan en contextos de la sobrexposición a medios digitales. Hablo del estar despierto... realmente despierto en pos de nuestros particulares deseos y desafíos que pueden ser los mismos... Y cuando hablo de deseo no hablo de lo material... hablo de temas tan simples y a la vez tan difíciles de abordar como el ser feliz... o es estar tranquilo para no generar expectativas irrealizables... de momento.

Peligrosamente, hemos permitido que la tecnología y el acceso a la información sin contexto, curaduría o reflexión nos permee, contamine, ensordezca y adormezca.

Las opiniones han sido equiparadas con el conocimiento y con los hechos. Tiene tanta importancia el científico que ha pasado veinte, treinta o cincuenta años de su vida investigando un tema, que el influencer que con un curso de una semana por youtube, o cualquier otro medio, elucubra sus teorías que luego monetiza con pose de gurú.

Como generación que pasa de lo análogo a lo digital le hemos venido dando estocadas a la razón. Hemos, en nuestra comodidad y pereza neurológica... dejado que los algoritmos decidan, que las máquinas (mal implementadas) nos suplan la tarea, la construcción mental. Y en ese nuevo modelo hombre-máquina, la máquina puede ser hackeada y de paso la forma como construimos y nos vemos en el mundo.



Pero la máquina no es el problema... La máquina es la disculpa...

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